Emparentados con los camellos y los dromedarios, las llamas y las alpacas forman parte de la economía de más de cinco mil familias que viven en las partes más altas de los Andes.
En el Perú hay cuatro especies de camélidos. Dos de ellas, llamas y alpacas, fueron domesticadas hace unos siete mil años, las otras dos, vicuñas y guanacos, viven salvajes en pequeñas tropillas que recorren los campos de ichu. Su origen se sitúa en América del Norte, donde se han encontrado fósiles de 45 millones de años de su antecesor más remoto.
La crianza de las llamas y las alpacas es la principal actividad económica de las comunidades altoandinas, muchas de ellas ubicadas por encima de los cuatro mil metros sobre el nivel del mar, sobre todo en los departamentos de Puno, Cusco, Arequipa, Ayacucho y Huancavelica. Las primeras se utilizan para la carga y el transporte, mientras que de las alpacas se aprovecha su extraordinaria fibra para elaborar tejidos y prendas de vestir, y carne. Los pastores de varias partes del Perú también recolectan el pelo de la vicuña, una de las lanas más finas del mundo, en los denominados chaccu, enormes corros de gente con los que se agrupan a estos animales para después esquilarlos y dejarlos nuevamente en libertad.
Además de carne y lana, los campesinos también utilizan las diferentes partes del cuerpo de las llamas y las alpacas para distintos usos: huesos, fibras y cueros forman parte de instrumentos musicales, útiles para la cocina y el campo, y elementos en diversas liturgias relacionadas con la cosmovisión andina.
De todos ellos es la alpaca el que más reconocimiento tiene. Su lana compone tejidos que se encuentran en muchos mercados internacionales, y su carne, que antes era consumo exclusivo de las comunidades campesinas, ahora forma parte de los menús de los restaurantes más sofisticados del Perú.
Aunque la carne de llama, a diferencia de Bolivia, es poco consumida en Perú posee, junto a la de alpaca, excelente cualidades alimenticias. Ambas son ricas en proteínas, hierro y ácido linoleico, que se ha demostrado posee propiedades anticancerígenas, y un llamativo bajo nivel de grasa, cinco veces menor que la de vaca y 10 que la del chancho.
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