Los campesinos de Sapaccto conservan un tesoro en sus pampas de ichu y pasto donde, por la altura, sólo se puede cultivar papa. Abren sus mantas andinas y sobre ellas colocan decenas de variedades de papas de todos los tamaños y colores. Hay lisas y rugosas, grandes y pequeñas, blancas, moradas, rojas y amarillas. Los campesinos de Sapaccto conservan en sus chacras de tierra negra más de 700 variedades diferentes de papa de las más de 4000 que existen en el mundo.
En las partes bajas del Valle Sagrado, los campos de maíz crecen fuertes y vigorosos junto al río Urubamba. En lugares como Huayllabamba o Lamay se produce el mejor maíz del Perú. Mazorcas grandes y de colores que después llegan a las mesas de los mejores hoteles y restaurantes del Cusco y del Valle, o que se preparan en pachamancas y cocinas de las familias andinas.
Lo mismo ocurre a lo largo de toda la geografía del Cusco. Huertas pequeñas donde se cultivan, con cuidado y pendiente de los ciclos de la luna, plantas aromáticas, cereales andinos, tubérculos y hortalizas con una característica cada vez más común: el carácter orgánico de estos cultivos. Porque los campesinos de Sapaccto, Lucre, Limatambo o Anta saben que los viajeros que llegan a la capital del imperio incaico quieren conocer, también, los sabores naturales que produce una tierra bendecida por el sol.
La ciudad del Cusco es, junto a Lima, el principal destino gastronómico del Perú. El campo y la mesa se unen, creando fusiones nuevas junto a platos tradicionales, ofreciendo los sabores auténticos de la Pachamama, la Tierra Madre, que nos cuida y alimenta.