Autor: Checklist Viajero
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La única forma de ver las enigmáticas figuras de Nasca es desde el cielo, a bordo de una avioneta. Y ese fue el plan de mi último viaje a este destino. Abróchate los cinturones que aquí te cuento los detalles de esta experiencia imperdible.
Volé y volví para contarlo
Atrás quedaron el temor, la incertidumbre y ese nudo que se me hizo en el estómago cuando la avioneta alzó vuelo en el aeropuerto María Reiche de Nasca. Las vistas de las míticas líneas me dejaron tan perpleja que cualquier malestar pasó desapercibido.
En menos de diez minutos estuve frente al astronauta, uno de los personajes más inquietantes de esta ruta por el aire, que dura 30 minutos. Una figura que refrendaría la hipótesis de los extraterrestres y que a mí me dejó con más de una interrogante.
De pronto, el famoso geoglifo en forma de mono que vi más de una vez en los libros se posó ante mis ojos. Fue uno de los momentos más emocionantes para mí. Mide nada más y nada menos que 135 metros y curiosamente tiene solo nueve dedos, como su descubridora, María Reiche.
La avioneta de tipo Cessna viró hacia un lado y al otro. De esta forma, los pasajeros ubicados a la derecha y a la izquierda de la nave no se perdieron de ningún trazo. El vértigo volvió al acecho, pero la inmensidad de las líneas, la perfección del diseño y el misterio del lugar le cortaron la viada.
Después de observar la famosa araña, el impresionante colibrí, el espiral, la mano de nueve dedos y casi al cierre del vuelo, vi como la Panamericana Sur cortó la cola de un lagarto trazado en la tierra. “Cuando se construyó esta vía no se conocía de su existencia”, aseguró el piloto. Entonces pensé que urge conocer nuestro patrimonio para protegerlo.
¿Qué esperas para develar el misterio?